El enigma de Mount Kooran by Kelltom McIntire


El enigma de Mount Kooran
Title : El enigma de Mount Kooran
Author :
Rating :
ISBN : -
Language : Spanish; Castilian
Format Type : Mass Market Paperback
Number of Pages : 96
Publication : First published January 1, 1981

Mucho antes de que la Trans-Africa Railways Company acometiera la atrevida tarea de horadar veintitrés kilómetros de sólida roca, una compañía experimentada en análisis del subsuelo había llevado a cabo exhaustivas comprobaciones geológicas con resultado absolutamente positivo.

Según el informe de los análisis geológicos, Mount Kooran era una compacta masa de granito y mármol. No existían en los senos de la tierra fallas de consideración, galerías subterráneas, grandes depósitos de aguas subálveas ni otro tipo de impedimento grave para la construcción del túnel, el cual —una vez terminado— permitiría el tránsito de trenes y automóviles, facilitando enormemente el transporte de viajeros y mercancías a través de varios países situados en Centro-Africa.

Pero... la sólida roca se hundió materialmente arrastrando a hombres y máquinas perforadoras...


El enigma de Mount Kooran Reviews


  • Santiago

    Hacía mucho tiempo que no leía una de éstas.
    Como literatura es obvio que es mala de pan pedir, pero a pesar de todo se percibe una sinceridad y una honradez a la hora de narrar muy alejada de los excesos de los escritores neopulp actuales. Las expresiones suelen ser un poco exageradas o no vienen a cuento, como lo de "ir en pos de" en vez del más sencillo y natural "ir detrás de", o "se quedó privado de conciencia", y como suele ser habitual en este tipo de bolsilibros no hay medias tintas, los personajes están a la que saltan y se expresan con vehemencia en cada situación. "Fogosamente", leeremos más de una vez en el texto.
    Más notable es si cabe reencontrarse con los "personajes de una pieza" habituales. No sólo el autor se oculta bajo un pseudónimo que pueda hacer pensar que estamos ante un autor británico o estadounidense, que yo me parece que en 1981 habría que ser muy ingenuo para creérselo, sino que además como era de esperar todos los personajes parecen sacados de una coproducción de la época, y todos suenan a telefilme. El recuento de personajes es satisfactorio: para empezar, el típico personaje protagonista sin dobleces, un ingeniero intrépido, decidido y echado para adelante al que uno se imagina con un fuerte mentón, y que no se anda con pamplinas. Por supuesto, desde el primer capítulo, se ve que tiene éxito entre las mujeres y que incluso las trata con pocos escrúpulos. Y aunque se le retrata como una persona que tiende a un racismo disimulado, no deja de fijarse en la bella geóloga local, que está como un queso. Las mujeres, por supuesto, son o bien arrebatadoramente bellas y sensuales, o bien maquinadoras y con un punto de frñivola crueldad. Todos tienen nombre propio, pero podríamos llamarlos por su función sin problemas: el héroe, el gran empresario, el interés romántico, etc. Si te imaginas estas novelitas como una película, por menos por mi parte sólo puedo hacerlo como una peli de coproducción de las que se hacían hace décadas, con viejas glorias del cine y con efectos especiales de la época llenos de descarado cartón piedra y cosas ocurriendo fuera de plano porque no hay mucho presupuesto.
    La ventaja de este tipo de novelas, siempre lo he pensado, es su fórmula de sota caballo y rey que no admite florituras, y por tanto tampoco se lía con ellas. Los escritores de estas novelitas de a duro dominaban quizá una única fórmula y de ella no se salían, pero esa misma fórmula impedía tanto que se hiciese algo con un poco de enjundia como evitaba enfangarse en resoluciones argumentales o liarse con técnicas complejas. La extensión, siempre fija, obligaba a contarlo todo en básicamente tres actos divididos en cortos capítulos, una historia que obedecía siempre al esquema de exposición, nudo y desenlace, casi siempre heroico o feliz, y los personajes por lo mismo tenían que ser arquetípicos y definirse con unas pocas pinceladas. Al final parecía que Tom, o Bill, era siempre el mismo muchacho sanote y bien plantado, con las ideas claras, que se iba reeencarnando en miles de novelas, sin apenas cambios, y se encontraba en historias de terror, del oeste, de espías, bélicas o de ciencia ficción con otros personajes igual de poco definidos que él. Ríete del Campeón Eterno de Moorcock o de los roboces de Westworld.